lunes, 14 de junio de 2010

Historia. Capítulo 3

El cielo era rosa. Naranja, celeste, violeta, azul y rosa. El sol se estaba ocultando tras un par de árboles, pero aún así podía sentir su calidez. Me dejé llevar unos segundos por la paz que se sentía, el parque estaba vacío por lo que podía estar ahí el tiempo que quisiera. Este pensamiento me dio tanta tranquilidad que por un momento me olvidé de por lo que estaba allí. Por ese asunto urgente. Realmente no sabía muy bien que era ese asunto, pero tenía en claro que era un problema, o muchos. Además de el ya obvio hecho de que me tenía que ocupar de conseguir información sobre el ¿Por qué a mi? y el ¿Para que me necesitaban?, ahora surgía otro nuevo, Adrian. No era que no había supuesto ya que si nos casabamos o teniamos algún tipo de relación semejante obviamente nos hibamos a besar... y otras cosas (me alteré un poco al pensar en esto), pero no lo había pensado explicitamente y aparte nunca dedujé que pasaría tan pronto. Para colmo lo peor de todo era que él no era el problema. Era que ese beso, me había gustado. No era que estuviera completa y totalmente enarmorada de él, pero no parecía mal chico y era atento y gracioso. Aparte de todo era atractivo, realmente atractivo. Y cuando me besó fue un fuego que instantaneamente se empezó a extender por todo mi cuerpo. No era una quemazón disgustante, si no era más bien un estufa que corriera al frío y con una dosis de estimulantes. Pero yo no podía enamorarme de él. Él era el chico malo y yo era la víctima. En este contexto no había espacio para otros sentimientos. Esto también me puso a pensar en que sentía él honestmente hacia mí. Podría ser que solamente quisiera un poco de sexo, que solo siguiera las instruciones de su sádico padre o que talvez solo fue un broma de mal gusto. Cualquier cosa podría ser, y eso no implicaba que el tuviera sentimientos por mí, ni yo por él. Mi mente se quedo en silencio por unos instantes contemplando la ya casi noche hasta que una fueria asesina me invadió. ¡¿Por qué el había tenido que besarme?! ¡Esto solo confundía más la situación y me hacía más difícil centrarme en lo que era necesario hacer! Esto me llevó a odiarlo más, cosa que me molesto, porque aunque no lo quisiera admitir el odio significaba la existencia del amor. Lo detestaba. Y diciendo esto me fui para casa.
A la mañana siguiente, en la clase de cívica, decidí ignorarlo completamente y cuando él acató el mensaje hizo lo mismo conmigo. Cosa que me molestó aún más. Pasaron las horas hasta que llegó el almuerzo. Normalmente yo iba al comedor, pero eso implicaba verlo denuevo, así decidí ir para la terraza. Subí las escaleras y abrí la puerta de metal. Más allá de esta había una gran extensión de cemento. Baldosa, tras baldosa, tras baldosa, tras baldosa y así seguía la secuencia. me sente contra la pared, refugiandome del viento y abrí mi almuerzo. Estaba perfectamente hecho, ya que algo que me mantenía entretenida era cocinar y lo hacía desde los 8 años, si contamos la gelatina. Cuando termine de comerlo disfrute de la brisa que chocaba contra los arboles. El sol no era muy fuerte para ser mediodía y al poco rato me quedé dormida. Abrí un poco los ojos, supuse que ya me había pasado todas las clases de la tarde. Cuando me desperté del todo noté que Adrian me estaba mirando fijamente. No, es más, me tenía acorralada.
-Hola, Nail- me dijo- Veo que ya despertaste.- Yo me fui aún más contra la pared, solo por instinto -Oh, no te asustes, no te voy a hacer nada. Solo quiero que hablemos un poco.- Sus grandes ojos rojos me decían que eso no iba a ser así. - Dime, ¿Por qué me evitas?.- No respondí, la respuesta era tan obvia que omití palabras. El me miró mas concentrado aún. Yo le saqué la mirada. -Oh, ya veo... ¿Sera por esto?- Y me besó mas gentilmente que antes, con más delicadeza y sin forzarme a devolverselo. Me fui para atras impulsuvamente. Pero..¿Que te crees que estás haciendo?- Él no respondió, solo sonrió, como si hubiera ganado sin ni siquiera jugar. Yo me levanté enfadada y tensa, y salí caminando dando tumbos. Él me sujetó la mano, obligandome a quedarme. -¿Por qué no te gusto?- Me preguntó mirandome a los ojos. Nuestros rostros estaban demasiado cerca, lo que agitó mi corazon. -¿Es por lo que soy?- Aunque fue ínfimo, pude notar tristeza en su rostro, cosa que me ablandó. Yo corrí la mirada nuevamente y el torció mi cabeza hacia él, en signo de que no lo haga. No sabía que responder, me quede muda porque ni yo entendía que sentía. -Bien- dijo él y se alejo con mala cara.
Los días siguientes no me dirijió la palabra. Si cruzabamos las miradas, él la sacaba instantaneamente. No se percataba de mi existencia, era nada en su vida. Aunque no lo quiera admitir, eso me dolió, más de lo que había pensado. Llegó la clase de Literatura y me había olvidado el libro. Esto era un problema, lo tenía que pedir prestado. Estuve indecisa por un momento en si pedirselo a otra persona, pero si queriamos hacer como que nada sucedio ibamos a tener que actuar con indiferencia y él era mi compañero de al lado, no "otra persona". -Me olvidé el libro, ¿podemos compartir?- pregunté como si nada hubiera pasado. El dijo -Claro, tómalo, te lo presto.- Acto continuo: Me tiró el libro y le pregunto a su compañera de al lado si podía compartirlo con ella. Eso fue la gota que colmo el vaso. Me molesto tanto que aunque tuviera el libro, ni lo abrí aunque lo necesitara, por pura furia. Después de clases estaba guardando mis cosas cuando el profesor me llamó. Me pidió que vaya a la sala de profesores para dejar unas planillas. Cuando volví al salón para agarrar mis cosas, me quedé estupefacta. El pecho se me estrujó y las piernas me temblaron tanto, que podría haberme caido en el momento si no fuera porque me había convertido en piedra. Por la rendija de la puerta pude ver a Adrian. Estaba sin su camisa y tenía un cuerpo perfecto y cuidado. Su hermosura era demasiado para mí, pero no era eso por lo que el corazón se me estaba a punto de partir en mil pedazos. Estaba besandose con otra, su compañera de al lado, para ser exactos. Y para ser exactos besandose no era lo único que estaban haciendo. Me quedé por un minuto ahí, sin respirar, sin hacer ruido, ni siquiera el más mínimo, mientras ellos seguían con lo suyo. Quise ser uno de los pasajeros del Titanic y ahogarme en medio del Océano Atlantico. Quise ser unos de los perdidos escaladores del Everest y morir congelada. Quise arrancarme el corazón del pecho para sacarme ese dolor tan insoportable y tirarlo tan lejos que ni siquiera pudiera oir sus latidos. No pude más, salí corriendo mientras las lagrimas caían de mis mejillas sin parar. Quería detenerlas a toda costa, pero aunque las limpiara volvían a aparecer nuevas. Como si nunca se fueran a acabar. Como si toda el agua de las cataratas del Niagara corriera por mis ojos. Me sentí sucia y pegajosa por sudar tanto mientras corría y por tener todo la cara sucia. Había dejado mis cosas en el instituto, pero no me importaba. Me sentía defraudada y todo lo que antes de ocupar felicidad e inseguridad ocupaba vacío, ahora estaba lleno de dolor. El dolor mas punzante y mas doloroso. Cuando un herida emocional se volvía un dolor físico. Era tan estupida por llorar como una nena, que me avergonzé de mi misma, por aparentar ser tan debil, ser una mujer debil. Seguí corriendo hasta que las piernas no me dieron para más. Eso tardó un par de horas, ya que el dolor extrañamente me daba energías para huir.

1 comentario:

Sofía dijo...

arurita, se te esta comlicando la historia...
Me podes hacer el favor y releer lo que escribis? CORREGI LAS FALTAS!!!!
eso es lo único, la historia va genial..
besotes, te amo
Sofi