lunes, 14 de junio de 2010

Historia. Capitulo 4

-Estoy perdida- dije en voz baja, para mi misma. No me arrepientí de haber corrido tanto, por que gaste tanta energía que ya no tenía ganas de llorar, estaba seca. El problema es que estaba cansada, tenía hambre y también sueño y vuelvo a repetir: Estaba perdida. Traté de recordar en que lugares había doblado, pero todo era muy borroso. Bien. Sabía que estaba en W. Lonffer y Trichmell. Mi casa quedaba en Ruthod y Kinich y las avenidas que más conocía eran Wall, Flandor y Murinch. Algunos de esos nombres tenían que bastar para encotrar el camino dew vuelta. Pensé en lo primero que haría cualquier persona, pedir indicaciones. Desafortunadamente no había muchas personas caminando asi que tome la primera oportunidad que se me presento. Me arrepentí medio segundo después. Ni bien dije -Hola, disculpe.. ¿Sabe donde qued...?- Ya estaba en frente de un tipo con la cara de mafioso más convincente que vi en mi vida. Siempre pensé que no existía la suerte. Mi teoría decalló desde que conocí al Sr. Rojo. El macho me dijo con su voz gruesa y lastimada -¿Estas perdida, chica? Vení conmigo, yo te ayudo.- En ese momento me congelé. El hombre me estaba agarrando del brazo y tironeandome para que lo siguiera con una sonrisa que daba a la luz lo que me iba a hacer. Intente gritar, siempre pensé que las chicas tontas de las peliculas eran totalmente estupidas por no hacerlo y llorar, pero a mi tambien me pasaba eso. Era frustrante. No podía pensar, no podía hacer nada más que ser arrastrada por el malo. Indefensa y atrapada. La angustia me carcomia por dentro y las lagrimas empezaban a desbordar. No podía tragar, ni tampoco respirar. Cerré los ojos deseando que todo fuese un sueño, convenciendome a mi misma. De pronto sentí un empujón brusco y abrí los ojos. La mano imponente ya no lastimaba el brazo. Ahora estaba parada, llorando y pareciendo una imbecil, mientras Adrian estaba ganando la pelea. Sí, Adrian. Él estaba ahí para ayudarme, no me importa si la herida seguía abierta. Todo lo que quería hacer era tirarme en sus brazos sollozando y dejandole todo la remera humeda hasta que me sientiera segura entre sus brasos. Sí, como una tipica muñequita de telenovela, pero increíblemente, no me importaba. Cuando la pelea, si se le podía llamar así y no Demonio vs Humano, terminó él ya me estaba cargando en su espalda y llevandome a casa.
A la mañana siguiente me desperté. Obviamente Adrian estaba al lado mio, en mi cama. Esto fue un poco dificil de tragar. Sabia que no habíamos hecho nada, pero aún así, Él-estaba-durmiendo-en-mi-cama. Bien, tome aire bien profundo y me tranquilicé. Me moví, tratando de no despertarlo y me baje de la cama. Agarre un par de ropas y me fui al baño a vestirme. No vaya a ser que por Oh extraña casualidad ¡Oh te he visto en ropa interior! Me puse una musculosa y short. Lo primero que encontré. Me lavé la cara y me cepille los dientes. Al verme un poco más al espejo, me peine y puse presntable. Hasta pensé en la idea de maquillarme, pero iba a ser muy notorio y obviamente nunca me maquillo en entrecasa. Yo sabía que aún dolia, que el era mi prometido y que valía aclarar que era mi prometido demonio, pero tenía que admitirlo: Él, me volvia loca y hablo en el buen sentido. Cuando decidí que estaba lista, salí. Al entrar en mi habitación lo vi hechado en la misma posición de cuando dormía pero con los ojos abiertos. Realmente dude si en realidad el podía dormir. El sonrió. Eso pudo hacer que me derritiera por dentro, pero no iba a dejar que eso saliera hacia fuera. Me mantuve firme -Bien, ya despertaste..Em e, gracias por los de ayer, realmente estaba asustada. Supongo que ya se va haciendo tarde para el instituto así que...- Clave indicio de marchate. - Faltan 3 horas para que comienze el instituto.- Lo había olvidado, hoy era viernes, días tutoriales. Si sos lo suficientemente inteligente y atento como para no tener ninguna materia por debajo dle promedio de 7 te salvabas de ir a clases de apoyo. La escuela te obligaba sea cual sea la asignatura. Yo por supuesto tenía promedio 8, siempre. Él, bueno el era el jiho del diablo, ¡como si le importara! -Sí, pero yo antes tengo que ir a la biblioteca a buscar un par de libros para...- Trate de terminar el contraataque pero el ya estaba hablando. -¿Cuanto más vas a seguir poniendo excusas?- Se levantó de la cama. -Vamos, Nail. ¿Qué es lo que hago mal? Osea se que soy un demonio y si eso te afecta tanto no puedo hacer nada per..- -No es por eso.- Dije secamente y miré para otro lado. En realidad no estaba mintiendo, ya había superado lo de que el era El Srto. Rojo, osea era obvio que no podría ocultarme mis sentimientos más momentos antes de que me perdiera. El recapacito un segundo. -Oh..- Es todo lo que pudo decir. -Si, oh..- le cité. El se empezó a reir. Yo puse mala cara. -¿Qué te parece tan gracioso?- pregunté. - Nada es solo que eres muy mona cuando te pones celosa.- Es imposible que el magma pudiera superar lo ruborizada que estaba. -Sabes, yo no me comó solo comida humana. También necesito alimentarme de almas, digo soy un demonio. Y es lo que estaba haciendo con ella.- Me quedé estupefacta. ¿La mató? ¿Él la había matado? Al ver mi cara el entendió a la perfección lo que estaba pensando. -NONO!, no es lo que crees. Cuando vos te alimentas de un alma, no la haces desaparecer, si no que es más bien como una pila llena de nutrientes. Si vos le quitas toda la batería queda la pila y en este caso, ella la puede volver a regarcar. Obviamente por unos días va a comer el triple de lo normal.- Soltó una risita. -¿Y para eso tienes que desnudarte y besarla?- El abrió los ojos como platos. -No, eso fue, em, una equivocación. Ella entendió mal para que la había citado ahí.- Aunque no pareciera le creía. Cualquier chica que recibiera una nota de semejante perfección, deduciría que se le presnto un milagro, o mejor dicho el pinchazo del diablo. Me hice la ofendida, más allá de que me lo explicara me había dolido, y mucho. Él instantaneamente de abrazo por detrás y trató de voltearme. Yo cedí y lo besé. Mi orgullo no podía estar mas por el suelo, ya era imposible que estuviera más abajo de lo que estaba ahora. Fue otro de esos besos pasionales, pero este fue una mezcla de los dos anteriores y mejor. Mucho mejor. Lo agarré por la nuca y empecé a tener parte en la obra. El me alsó por la cintura y me subió al escritorio para estar a su misma altura. En ningún momento separamos nuestros labios. Ya que literalmente era imposible. Aunque estuvieramos lo suficientemente cerca el uno del otro y ya no hubiera más espacio fisicamente, no nos bastaba. Su besos eran salvajes, pero te respetaban y abastecían. Sus manos estaban perfectamente posicionadas alrededor de mi cintura. Fue cambiando y en ves de un lengua con lengua, bajaba más y más hasta que llegó al cuello. Me hacía cosquillas, pero eran puro placer. Estaba en la mejor parte cuando una voceita, muy muy muy pequeñita en medio de mi cabeza me dijo que parara. Creo que se llamaba consiencia. Había olvidado que existía. Ahora había tomado por completo mi mente. Cierto, teniamos que parar, aún no, no, no. Traté de empujarlo un poco hacia atras y abrirme espacio, pero era imposible, tanto por él como por mí. -Adrian..- Susurre -Para, basta..- Él no me hacía caso, lo que por un segundo agradecí, pero después me fuse firme. -Adrian.- Volví a repetir con un tono más severo. El paró y después de un segundo de volver a la realidad me bajo de la mesa.
Por suerte no había incomodidad, lo que pensé que pasaria. Siempre me imaginé que depués de este tipo de besos, quedaría hecha un tomate, pero no era así. Yo confiaba en él y él confiaba en mí. Los dos sabiamos que estabamos haciendo. -¿Vamos a desayunar?- Pregunté lo más campante. Fue totalmente irónico ya que hace menos de 5 minutos podría haber perdido mi virginidad, si es que aún la tenía. El respondió -Dale- como si nada y los dos bajamos a la cocina. Yo empecé a hacer tostadas y pusé el agua a calentar. -¿Café?- pregunté. Me sentí re adulta diciendo de tomar un bedida tal como el café, después de una escena presexual. Sobre todo porque yo acostumbraba a tomar leche con chocolate en mi taza de Winnie de Poo, mi preferida. Me senté a la mesa y después de unos sorbos hice mi primera pregunta. Tan fría y directa como me vino a la mente. -Adrian, dime, ¿Por qué me eligieron a mí para que sea tu prometida?- Es todo lo que necesitaba saber, si lo respondía y no había nada sadico en la respuesta, podría hacer la experiencia de estar con él durante 5 meses y medio (él tiempo que me quedaba antes de dar el si quiero o salir corriendo) y si todo iba fenomenal casarme. Esta idea retumbó un poco en mi cabeza. - A saber..- él respondío. Me quedé boquiabierta, ¿no me lo iba a contar? ¿Pibe, me estas cargando? ¿Se supone que me voy a casar con vos y lo que tenes para decir sobre la pregunta decisiva es "A saber.."? Él notó mi expresión, sonrió. Me derretí y él lo notó. -No te lo voy a decir, al menos que hagas 5 cosas.- -¿5 cosas?- -Yeap, 5 cosas que me encantaria que hagas por mí.- Lo pensé por un momento. Minimamente debía intentar, si no gustaba ya tendría otros metodos por cual averiguarlo. En ese momento no sabía cuales, pero ya se me ocurrirían. -Esta bien, vamos a ver que sucede.- le dije. -Perfecto.- dijo él con tono ganador. -Mañan a las 2 en la estatua Jeanne. Seguí todas las instrucciones que te voy a dejar.- Me guiño el ojo y me besó, pero cariñosamente. Después de eso, nos dirigímos hacia el instituto.

No hay comentarios: